Los días siguientes fueron un martirio de contradicciones. En la oficina, Cristóbal evitaba a Úrsula como si su presencia quemara. No la buscaba con la mirada, es mas si ella entraba a una sala, él encontraba una excusa para salir. Úrsula lo notaba. Y cada indiferencia, cada palabra ausente, cada silencio forzado, le dolía más que cualquier rechazo directo. No lo enfrentó. No aún. Pero la rabia crecía, mezclada con una ansiedad que no sabía cómo contener. Pasaron tres días en los que el deseo se volvió veneno. En la que cada noche, Cristóbal volvía a su casa con una sonrisa forzada y un alma en guerra. Una semana en la que Úrsula se prometió hacerlo sufrir, hacer que la desee desde las entrañasHasta que el momento de enfrentarlo al fin llega. Es tarde, la oficina está casi vacía; solo quedan ellos dos. Cristóbal sale de su despacho con unos documentos en mano, apresurado porque necesita entregarlos con urgencia, pero se detiene de golpe porque no esperaba verla junto a la fotoc
–¿Por qué no? –replica ella, acercándose aún más, tan cerca que apenas un suspiro podría separarlos. –¿Por qué duele? ¿Por qué te obliga a aceptar lo que ya sabes desde hace mucho tiempo?Cristóbal da un paso atrás, como si el espacio físico pudiera protegerlo de la gravedad emocional que Úrsula desata con cada palabra. Pero ella no lo deja escapar. No esta vez.–¿Qué clase de vida piensas tener con alguien que no enciende nada en ti? –pregunta con la voz rota entre la rabia y la tristeza. –¿Una vida de domingos aburridos? ¿De miradas vacías en la mesa del desayuno? ¿De besos fríos que no logran borrar la ausencia?Las imágenes que ella pinta golpean a Cristóbal como puñetazos invisibles. Cada uno de sus miedos más secretos, expuestos y sangrando ante ella. –¡Basta, Úrsula! –explota finalmente, quebrándosele en mil pedazos.Pero Úrsula no se inmuta. Al contrario, una sonrisa ladeada, casi cruel, se dibuja en sus labios. –Dime que no sientes nada cuando me miras –lo reta, con la v
El implacable tic-tac del reloj se alzaba como un ominoso presagio, señalando la inminencia de una tragedia que acechaba en las sombras. En ese sombrío rincón del universo, el corazón de la señorita Amara latía con una ferocidad indomable, una tormenta en su pecho que no encontraba refugio en medio del caos desatado a su alrededor.–Señorita Amara, por favor, venga conmigo– ordenó el enigmático hombre, su voz resonando como un eco distante en el abismo de su terror. Sin embargo, ella estaba paralizada, sus extremidades temblando como una hoja en el viento huracanado de sus emociones desenfrenadas. Cada latido de su corazón era un eco retumbante de lo efímera que podía ser la línea entre la vida y la muerte en un instante.–No tenemos tiempo que perder. ¡Sígame rápido señorita!–insistió, elevando el tono de su voz mientras la amenaza inminente se cernía sobre ellos, con reporteros y policías a punto de invadir el lugar.La desesperación se apoderó del misterioso hombre, y sin titub
No obstante, con el pasar de los días las cartas cesaron y hoy en día la Casa de Modas Laveau se yergue majestuosa como un faro de prestigio y distinción, una entidad aclamada y altamente remunerada en cada rincón del planeta. Con su sede principal estratégicamente anclada en la ciudad de Milán, esta marca icónica ha tejido su presencia en una red global, extendiendo sus tentáculos a múltiples países. Una noche, el pequeño departamento que Amara había comprado para “momentos especiales” se encontraba en un manto de sombras, y el aire estaba cargado de una mezcla embriagadora de perfume y deseo. Amara se encontraba perdida en una vorágine que prometía ser inolvidable, aunque sabía que al amanecer solo sería un recuerdo borroso en su mente. Los dedos de un hombre, cuyo nombre apenas se esforzaba en recordar, rozaban su piel con una intensidad que bordeaba la desesperación. La risa de ambos resonaba en el espacio reducido, mezclándose con el ritmo entrecortado de sus respiraciones.Pe
Sin pronunciar palabra, Amara salió de la oficina de su padre. Cerró la puerta con un golpe seco que resonó en los pasillos, un eco que no solo marcaba el final de la conversación, sino también el inicio de una batalla personal. Sus pasos eran firmes, rápidos, como si el sonido de su caminar pudiera disipar la ira que le quemaba por dentro.Frente a la puerta de su habitación, se detuvo, jadeando ligeramente. De alguna manera, sentía que el aire estaba más denso, como si sus pensamientos pesaran más que nunca–¿Cómo pudo hacerme esto? –murmuró, empujando la puerta con la palma de la mano. El vestíbulo de su cuarto parecía el único lugar donde podía encontrar algo de calma, pero, al entrar, la frustración la golpeó nuevamenteSe sentó en el borde de la cama, mirando al vacío. ¿En qué momento su vida había dejado de ser solo suya?. Cada rincón de la casa parecía recordar su rol como la hija obediente, la heredera de la Casa de Modas Laveau. Pero ella quería más. Necesitaba más.–¿
El rostro de Cristóbal, quien en algún momento fue un interés romántico en mi vida, se tensa al ser confrontado con la responsabilidad que intenta esquivar. –Amara, eso es algo que corresponde al departamento de diseño. Yo solo tengo a mi cargo la distribución– murmura en un intento de deslindarse del asunto. Sus palabras resuenan en mis oídos como un eco de la desilusión que alguna vez sentí por él, pero en un instante, un pensamiento intrigante cruza mi mente: ¿podría convertirse en un prospecto de marido conveniente, uno que podría mantener bajo vigilancia constante? La tentación de usar su posición para mis propios fines me visita fugazmente, pero rápidamente la desecho. No permitiré que mis objetivos personales se interpongan en la misión que tengo entre manos. Mis ojos se estrechan en una mirada desafiante mientras respondo. –Estás cometiendo un error al pensar de esa manera. Nuestra empresa se caracteriza por la eficiencia y tu respuesta solo demuestra una carencia de ello– a
Su expresión muestra una mezcla de intriga y satisfecha. –Explícame un poco más, Amara– solicita, con un gran interés chispeando en sus ojos. –¿Cuál será el propósito que comunicaremos a los asistentes de esta celebración?– interroga, su mirada clavada en mí. –Nuestro objetivo principal será exhibir al mundo nuestras nuevas y audaces colecciones de vestidos de gala. Queremos que los modelos, vistiendo nuestros diseños en alfombras rojas y eventos de alto perfil, generen una demanda masiva de nuestros productos. Aprovecharemos esta oportunidad para destacar la elegancia, exclusividad y calidad que la marca Laveau representa. Transformaremos nuestra casa de moda en una joya codiciada, el epicentro del glamour. Será el evento del año, y todos querrán formar parte de él. Pero lo más destacado es que nos adelantaremos a la competencia, presentando nuestras creaciones más innovadoras. Esto creará un impacto resonante y revitalizará nuestras ventas. Además, nos abrirá las puertas para esta
Mi padre, sin embargo, no muestra ni un ápice de comprensión o empatía. Su respuesta es tajante y despiadada, como un dictador imponiendo su voluntad sobre mí. —Si quieres mi empresa, tienes que hacerlo— me ordena con frialdad, mientras clava su tenedor en la carne sobre su plato y mastica lentamente. Su mirada no se alza hacia mí; su autoridad no necesita contacto visual. Cada palabra resuena en el aire como el eco de un martillo en una habitación vacía, aplastando cualquier rastro de autonomía o voz propia que pudiera tener. Siento un nudo en la garganta, pero mi voz, traicionera, se alza antes de que pueda detenerla. —Está bien— murmuro, y las palabras me saben amargas, como veneno. Mi aceptación suena casi inaudible, pero no importa; él ya no escucha. La conversación ha terminado para él, y su atención vuelve al plato frente a él, como si nada hubiera pasado. La injusticia de sus palabras golpea mi corazón, pero mi voz se mantiene silenciada por el abrumador peso de su aut