Los días siguientes fueron un martirio de contradicciones. En la oficina, Cristóbal evitaba a Úrsula como si su presencia quemara. No la buscaba con la mirada, es mas si ella entraba a una sala, él encontraba una excusa para salir.
Úrsula lo notaba. Y cada indiferencia, cada palabra ausente, cada silencio forzado, le dolía más que cualquier rechazo directo. No lo enfrentó. No aún. Pero la rabia crecía, mezclada con una ansiedad que no sabía cómo contener.
Pasaron tres días en los que el deseo se volvió veneno. En la que cada noche, Cristóbal volvía a su casa con una sonrisa forzada y un alma en guerra. Una semana en la que Úrsula se prometió hacerlo sufrir, hacer que la desee desde las entrañas
Hasta que el momento de enfrentarlo al fin llega. Es tarde, la oficina está casi vacía; solo quedan ellos dos. Cristóbal sale de su despacho con unos documentos en mano, apresurado porque necesita entregarlos con urgencia, pero se detiene de golpe porque no esperaba verla junto a la fotoc