Carlos guarda silencio unos segundos, como si estuviera buscando las palabras justas. Como si lo que estuviera a punto de decirle pudiera cambiarlo todo. —Hija… sé que hemos hecho un trato. Que he prometido respetar tus decisiones. Pero hay algo que no puedo callarme más.
–¿De que hablas padre?– Amara lo observa con el ceño fruncido, confundida.
Carlos inspira hondo, como si necesitara prepararse para enfrentar una verdad dolorosa. —No estoy de acuerdo con que te cases con ese sujeto. Con Liam—Su voz es baja pero firme. —Ese hombre no te ama como mereces, Amara. Quizás ahora lo disimula bien, pero en sus ojos… en su forma de mirarte, de controlarte, de envolverte con palabras bonitas… solo veo interés. Ambición. Y una oscuridad que tú, ciega de amor, no alcanzas a ver.
Amara abre los labios, pero no dice nada. Es como si un golpe invisible le hubiera arrebatado el aliento.
—Él solo busca tu dinero. Tu apellido. Tu posición. Y lo peor… —Carlos traga saliva, con los ojos ardiendo—