La enfermera entra con paso apresurado, pero tratando de no parecer brusca. —Disculpen, ha llegado el final del horario de visitas. El paciente necesita descansar– Su voz se mantiene serena, aunque firme.
Carlos asiente con una leve inclinación de cabeza, Amara se inclina hacia él, lo besa con ternura en la frente, y se obliga a no temblar. Pero apenas cruza la puerta, la máscara que tanto esfuerzo le costó sostener se desmorona.
Sale casi corriendo, como si la habitación quemara. Como si cada palabra que escuchó dentro de esas paredes se le hubiera clavado en la piel.
Apenas pone un pie en el pasillo, sus emociones la alcanzan con violencia. El aire parece más denso. El mundo gira lento.
—Señorita Amara, ¿a dónde desea ir? —pregunta Liam, que la esperaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Pero al verla… algo en su expresión se suaviza. Sus ojos, oscuros y expectantes, la recorren con inquietud.
Ella levanta la mirada, pero no dice una palabra.