–¿Dónde estás, Amara? Por Dios, ¿dónde estás? –murmura Liam con la voz rota, mientras da vueltas como un animal enjaulado por la habitación. Su andar es errático, desesperado. Los ojos enrojecidos, las manos temblorosas. Mira el celular una y otra vez, como si por arte de magia fuera a sonar. Pero solo hay silencio. El tipo de silencio que duele.
Ayslin lo observa desde el otro extremo del cuarto. Está sentada con las manos entrelazadas sobre las rodillas, como conteniendo una energía que podría explotar en cualquier momento. –¿No han llamado aún? –pregunta con voz suave, pero cargada de ansiedad. Sus ojos se clavan en él, intentando descifrar si hay algo más que no les ha dicho.
Liam se detiene en seco, gira hacia ella con una mezcla de desesperación y rabia contenida. –¿Llamar? –resopla, casi riendo con amargura. – Si llegaran a llamar, te juro que yo sería el último en enterarme. Nadie me dice nada. Nadie confía en mí. ¡Y ahora menos, después de lo de Kate!
Se deja caer en el s