–¿Un futuro como el que tú decidiste? –lo interrumpe Úrsula, con una voz más cortante. – ¿Un futuro en el que ella debía casarse con alguien que despreciaba, solo para mantener las apariencias de esta familia? ¿Sabés lo que eso suena desde afuera? Suena a poder. A manipulación. A cárcel disfrazada de amor.
Carlos se queda en silencio, respirando con dificultad. Por un instante, se ve más viejo, más vencido, como si el peso de sus decisiones finalmente lo alcanzara. –Yo no secuestré a mi hija… –susurra con la voz temblorosa, como si necesitara repetírselo para convencerse.
–¿Estás seguro de que nadie lo hizo por ti? –pregunta Úrsula, con un dejo inquietante en el tono. – A veces, Carlos, las decisiones que uno toma… tienen consecuencias más oscuras de lo que imaginamos.
–¡Basta! –grita Carlos, golpeando el escritorio nuevamente. – ¡No sigas diciendo esas cosas! Yo no soy ese tipo de hombre. ¡No lo soy!
–No, claro que no… tú jamás serías capaz de algo así –dice Úrsula con una sonris