UN MUNDO DE ODIO

Teniéndose frente a frente, viendo en los ojos de una así como en los de la otra, el fuerte sentimiento que solo podía ser albergado en el corazón de quien no sentía nada y en el corazón de quien tanto daño le habían hecho.

Una sonrisa en el rostro de Salomé mientras en Gertrudis solo un gesto de odio, ella bien sabía que Salomé se estaba burlando de la suerte de la otra.

— ¿En qué puedo ayudarla, señora de la Garza? —Preguntó Salomé caminando por alrededor de la mesa central, como si ni siquiera la presencia de esa mujer le intimidara.

—Conmigo no te hagas la mosquita muerta, imbécil.

Fue hasta ese momento en que la gracia en el rostro de Salomé terminó. — ¡No le voy a permitir que me insulte en mi propia casa, ¿de acuerdo?!

—Yo hago lo que a mí se me pega la gana porque déjame recordarte que antes de ti, yo lo era todo en este lugar y solo me toca deshacerme de ti para que otra vez recuerden quién soy yo.

—A mí no me amenace, señora. Quizá eso le funciona bien con otros
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