El jet privado cortaba el cielo en dirección a Río de Janeiro, dejando atrás la Serra Gaúcha y su fin de semana caótico. Por la ventana, el sol comenzaba a ponerse, pintando las nubes de rosa y naranja. En otras circunstancias, sería un espectáculo que capturaría mi atención, pero mis pensamientos estaban tan turbulentos como el aire que ocasionalmente hacía que la aeronave se tambaleara.
Annelise estaba inusualmente callada en el asiento frente a mí, ojos fijos en la pantalla del celular, aunque dudaba que realmente estuviera leyendo los mensajes que bajaba mecánicamente con el pulgar. El silencio entre nosotras era extraño: Anne raramente se quedaba sin palabras, siempre lista con una broma o comentario sarcástico.
"¿Estás bien?" pregunté finalmente, rompiendo el silencio que ya duraba casi media hora.
Alzó los ojos, una sonrisa forzada formándose en sus labios.
"Por supuesto, solo un poco cansada. Fue un fin de semana... intenso."
"Anne." Mi tono dejó claro que no aceptaría esa res