Ellis estaba atrapada en una habitación tensa y cargada con John, quien la sujetaba firmemente por el brazo. Su expresión estaba enfurecida, y repetía con insistencia que ella no se iría. Cada palabra suya era una amenaza implícita.
“No te vas a ir, Ellis. Necesitamos hablar.”
Ellis sentía cómo su corazón se aceleraba, no por miedo, sino por su determinación de seguir adelante. Ya no podía vivir en esta situación, bajo amenazas y control. Con un rápido empujón, logró zafarse del agarre de John y salió de la habitación.
Sin dudarlo, se dirigió al cuarto de Donna, donde la niña estaba sentada, observando la discusión de sus padres con ojos preocupados.
Ellis tomó a su hija en brazos, sintiendo su corazón apretarse al ver el miedo en los ojos de la niña. Trató de sonreír para tranquilizar a Donna. “Es hora de irnos, cariño.”
Donna miró a su madre con confusión. “¿Papá vendrá también?”
Ellis vaciló por un momento antes de responder con sinceridad. “No, cariño. Papá no vendrá con nosotros.