Tan solo algunos minutos después Emilia arribo al apartamento. Apenas abrió la puerta, dejo sobre la mesa a un lado de esta su bolso, maletín y llaves; además de deshacerse con un suspiro de los altos tacones que solía usar.
—Alexander —lo llamo desde ahí.
—En la cocina —respondió este a la distancia.
Sin demora comenzó a caminar hacia haya descalza, encontrándolo junto a la barra de la cocina con todo preparado. Las ordenes de tacos se encontraban en un platón en el centro; sin duda acababan de salir del horno, porque podía ver como despedían vapor. Este iba acompañado por el delicioso aroma al bistec y pastor. El color verde del cilantro y blanco de la cebolla, resaltaban en las tortillas de maíz y a un lado un pequeño recipiente con salsa verde y cebolla azada. Para Emilia, era como ver el paraíso y no pudo evitar que una gran sonrisa se formase en sus labios por eso.
—¡Lo más bello que he visto en mi vida! —exclamo con alegría.
—Gracias. Sabía que era guapo, pero no creí que tan