06

La noche había caído rápidamente y con ello la ansiedad de Sarah por arreglarse y partir a esa fiesta. Solo quería olvidarse de ese día y encontrar diversión, pasarla bien. No sería una aburrida como Maritza.

Se observó en el espejo y lucía espectacular en aquel vestido rojo. Había valido la pena gastar sus ahorros en aquel vestido corto, que le quedaba sobre las rodillas, acompañado de unos altos tacones blancos. Sarah había decidido dejar su cabello suelto y usar un maquillaje atractivo y llamativo. Se mordió el labio inferior frente al espejo, dándose el visto bueno. Ya estaba lista para ir a esa fiesta y olvidarse de todo. Además, buscaba sentirse menos ansiosa por el siguiente día.

Tenía la boca roja por aquel intenso pintalabios, los ojos con un perfecto delineado y el rímel que le daba volumen a sus largas y rizadas pestañas. Se veía fenomenal y entendió que su belleza era increíble, un atractivo que resultaba ser un imán para los hombres. Ni siquiera alguien como Hasan se podría resistir. Pero ¿era buena idea ir tan sexy a esa fiesta? Ahora tenía que tener mucho cuidado y también estaba resuelta a no consumir mucho alcohol o perdería la cabeza como en ocasiones anteriores. Estaba consciente de que su atuendo y atractivo podrían jugar a su favor y en contra. Solo esperaba que no hubiera tantos idiotas en esa fiesta que quisieran pasarse de listos con ella. No echaría a perder sus planes por una noche sin importancia, especialmente con algún tonto. No, eso no sucedería. Negó con la cabeza y se apresuró a tomar su pequeño bolso en el que había metido su teléfono móvil y el maquillaje por si necesitaba hacer algún retoque.

No esperaba encontrarse a Maritza en el pasillo. La vio con unos enormes auriculares y sosteniendo algunas hojas en sus manos.

—¿Ahora también me estás vigilando? Oye, estoy hablando contigo, no me ignores —añadió, hastiada.

Maritza se quitó los auriculares de inmediato y se apoyó en la pared antes de mirarla con una ceja en alto. También la examinó de pies a cabeza y esbozó una sonrisa fingida.

—¿Crees que soy tonta? Estoy segura de que has preferido gastarte el dinero que te quedaba en un trozo de tela en vez de colaborar aquí —fue directa al grano, desafiante.

En un acto de nerviosismo, Sarah se tocó el pelo y comenzó a jugar con un mechón, tratando de ser coqueta.

—Ahora mismo puedes acusarme de lo que quieras, no me va a importar en absoluto. Esta noche solo quiero divertirme y la voy a pasar bien. Así que ahorra todas tus palabras.

—¿Cómo puedes actuar así? Nunca has sido la chica más amable del mundo, pero has perdido la poca humanidad que había en ti. Desde que estás con el asunto de ese millonario has cambiado y de repente, me resulta increíble verte así. Ahora simplemente eres irreconocible, y lo peor es que seguro esto es solo el comienzo de una versión de ti que nunca había visto —soltó, dejándola reflexiva. Pero no se dejó ver derrotada y se marchó ignorándola una vez más.

Maritza negó con la cabeza, dando por perdida a Sarah. Estaba decidida a alejarse de una persona tan desconocida como ella. Ya no quería estar cerca de Sarah.

En el exterior, tomó un taxi y en un santiamén llegó a la fiesta donde se encontró con Mariana, la chica del café. Se saludaron como si fueran grandes amigas, pero solo era hipocresía.

—Ay, pero mírate, te ves increíble esta noche. Creo que vas a llamar la atención y recibir suspiros de los chicos aquí —aseguró.

Ambas entraron a la casa donde se llevaba a cabo la fiesta. En el momento en que pusieron un pie adentro, todas las miradas cayeron sobre ella. Sin ninguna vergüenza, los chicos la miraban descaradamente y algunos empezaron a lanzarle cumplidos.

—Ese de allá no deja de mirarte, es Harry, un completo mujeriego, pero es tan sexy, ¿no es así? —dijo suspirando, a lo que ella sonrió.

Sí, estaba bien, pero comparado con Hasan, era simplemente un don nadie.

—No creo que sea mi tipo —aseguró encogiéndose de hombros y luego tomó un sorbo de su bebida.

—Es un chico muy guapo, ¿cómo puedes decir algo así?

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