Después de un largo rato en el hospital, Lucía salió pálida y muy abatida por sus heridas.
—¡Lucía! —exclamó Mariana Navarro al verla. Al notar su desmejorado estado y los vendajes en su cabeza, la sostuvo rápidamente. — ¡Dios mío! ¿Qué te pasó? ¿Dónde te hiciste estas graves heridas?
Lucía no respondió.
—A esta hora debes estar trabajando, seguro fue un accidente laboral—continuó Mariana. — ¿Dónde está Mateo?
—No lo sé.
Mariana notó su mal semblante, que no se debía solo a las heridas, y se burló:
—Te esfuerzas tanto por él que hasta te lastimas la cabeza, y tu esposo ni siquiera aparece a verte. Es como si estuviera muerto.
—Pronto ya no lo será.
—¿Qué? ¿Va a divorciarse de ti? —el rostro de Mariana cambió de repente.
—Soy yo quien quiere el divorcio.
Mariana cambió de actitud:
—¡Pues divórciate de una vez! —le advirtió—. Recuerda reclamar la mitad de sus bienes, esa es la prioridad para una mujer inteligente. Si no lo consigues a él, al menos quédate con el dinero. ¿Con dinero acaso