Daniel no entendía muy bien la situación. ¿Acaso Mateo estaba enfermo? Recientemente se había hecho un chequeo y su salud era bastante normal. Si había algún problema, solo podía ser con precisamente Lucía, su esposa.
Cuando Daniel entró a la oficina, observó a Mateo con gran curiosidad.
Mateo frunció el ceño ante su mirada:
—Te pedí que examinaras a Lucía, ¿por qué me miras a mí?
Daniel desvió de inmediato la mirada, riendo algo incómodo:
—No es nada, acabo de ver a Lucía en el ascensor. Se fue muy rápido y parecía muy molesta.
—Regresará —respondió Mateo con total indiferencia.
—¿Pelearon con Lucía?
—Es normal que las mujeres se enojen a veces —dijo Mateo con un tono despreocupado.
Daniel no se atrevía a decir mucho más, así que se sentó muy cómodo en el sofá cercano.
Al ver que no se iba, Mateo le insistió:
—Si ella se fue, entonces puedes irte. No te necesito aquí.
—Acabo de llegar y ya me echas. ¿No podemos charlar un poco como buenos amigos? —respondió Daniel, reflexionando un mo