Mateo frunció el ceño:
—Te desmayaste hace un momento. Pero es más seguro hacerte un examen para revisarte.
Lucía se ajustó la ropa, mirando la sangre en la mano de Mateo:
— Creo que tú necesitas atención médica más que yo.
Rápidamente se bajó de la cama y añadió:
— Solo tengo una pequeña herida en el cuello. ¡Con vendarla será suficiente!
— Doctor, atienda por favor primero al señor Rodríguez.
Mateo entrecerró los ojos mientras observaba a Lucía.
Sentía que algo no estaba bien.
Era un comportamiento extraño.
Como si le estuviera ocultando algo.
Decía que no quería hacerse exámenes, pero iba a escondidas a una clínica privada.
¿Qué estaba pues tramando?
Viendo que había un desacuerdo entre ellos, el médico dijo:
— Señor Rodríguez, mejor haré que les venden las heridas a ambos.
Mateo no respondió directamente al médico, sino que interrogó a Lucía:
— Si no quieres hacerte los exámenes, ¿por qué vas a escondidas a una clínica privada? ¿Hay algo acaso que quieres que yo no sepa?
Su mirada