Escuché el golpe del mar azotando la marea, los titilantes cristales chocar unos contra otros, me desperté al oler su perfume entre las almohadas, pero ella no estaba, me levanté de golpe, buscándola.
Apacigüé mi corazón cuando entre las blancas cortinas, a la lejanía, pude verla sentada en la arena de cara al mar. Estaba a punto de amanecer, el sol comenzaba a salir entre los cuerpos rocosos a la lejanía, destellos anaranjados y amarillos, las olas, ya relajadas proyectaban los mismos destellos, pero más brillantes, casi como un espejo.
Aquellos reflejos se proyectaban en ella y su cabello tiñéndolo como el mismo sol, calor, eso sentía ahora, era una calidez, y calma, verla tan tranquila y relajada.
Me acerqué con lentitud para apreciar el momento, mantener ese precioso cuadro en mi mente para siempre, aunque podría apreciarlo para siempre si le tomaba una fot