—Me hiciste perder una apuesta —dijo Alanna en voz baja acercándose a Maddox mientras caminaban hacia el sitio que había indicado Brennan en la reserva de Astán.
—Nadie te mandó a apostar contra mí —se rio Maddox.
—¡Es que aposté por ti! ¡Eso es lo peor de todo…! ¡No, lo peor es que Hiro me ganara…! ¡Ese estúpido!
Alanna rezongó, dirigiéndole a Hiro, que caminaba cien metros frente a ella, una mirada asesina.
—¿Y qué fue exactamente lo que apostaron?
—Yo aseguré que le darías una paliza a Aidan —suspiró ella—, pero te controlaste bastante bien.
Maddox ladeó la cabeza y levantó una ceja, divertido.
—Será que no tengo el instinto asesino tan desarrollado como el tuyo.
—¿Estás bromean