—¿Hay que llevarlo? —preguntó la reina con acento que variaba entre el asco y la fingida indiferencia. Había algo en aquel lycan que no acababa de gustarle del todo.
Por toda respuesta Aidan se mantuvo de brazos cruzados frente a la puerta del avión, hasta que Brennan atravesó corriendo el hangar y subió la escalerilla.
—¿Un viaje apresurado? —le preguntó a su Alfa con un susurro, viendo los rostros de desagrado de los reyes, pero había tenido ya tres siglos para acostumbrarse a ellos.
—Así es. Mi madre quiere iniciar de inmediato la cacería previa al ritual de ceremonia, así que estamos saliendo hacia Astán.
Brennan puso los ojos en blanco y resopló con fastidio. La Reserva de Astán se había convertido en la nueva reserva de la casa real. Solo los miembros de la corte tenían permitido visitarla, y los territ