Días después.
Al fin hoy iba a salir de este lugar. Ni cuando me informaron que iba a salir de la cárcel me había sentido tan feliz. Miré a Nerea y le puse mala cara; Vlad me había contado lo que pasó, y cuando le reclamé, ella tuvo el descaro de ponerse furiosa conmigo.
—No me mires, ni me hables, recuerda que tú y yo terminamos cuando salgas de este lugar —me dijo.
Yo abrí ligeramente la boca para decirle algo, pero era mejor no pelear. Vladislav se acercó para ayudarme a levantarme de la camilla; qué bien se sentía poder estar de pie.
—¿Cómo está mi mascota? —le pregunté a Vladislav mientras me sentaba en la silla de ruedas. Nerea se acercó a mí y me ayudó a acomodarme.
—Está ansioso por verte —me contestó él. Nerea empezó a empujar mi silla de ruedas fuera de la habitación. En la puerta había cuatro hombres; todos me sonrieron.
—Quiero ir a verlo —les dije.
Nerea detuvo la silla.
—Claro que no, tú vas directo a la casa; aún no estás del todo bien —me regañó.
Ella siguió llevándome