—Se callan muchachitos espantosos, que no soporto sus lloriqueos. ¿Me escucharon? Porque de no hacerlo, los dejaré Ahí afuera sin abrigo y sin luz.
Vittorio había gritado a Dante y a Orquídea.
—Ya escucharon, callados pedazos de insolentes. —reprendió Felicia a los pequeños que al escucharla se quedaron fríos y en completo silencio.
—Tranquila Cris yo te voy a proteger, tenemos que salir de aquí... tengo que encontrar a mi padre. —dijo Dante abrazando a Cristal.
Las horas pasaron y el amanecer llegó, los pequeños sentían hambre y sed, Felicia preparó desayuno para ella cuando llegó Vittorio. Se sentó en la mesa esperando que Felicia va a servirle el desayuno.
—Tengo hambre Felicia.
—No soy tu empleada ve y prepara lo que vas a comer.
Felicia se levantó y volvió a marcar el número de teléfono de Enmanuell. Era temprano en la mañana, y necesitaba desahesrse de los molestos niños.
—¿Por qué llamar ahora? Aún falta mucho para la hora pactada.
—Ya quiero salir de ésto, quiero tener el