Enmanuell vio salir a Arielle sin pronunciar palabras, dió un fuerte golpe en el escritorio y caminó de un lado a otro, pasándose las manos por su rostro.
—Grandísimo imbécil que soy. ¿Cómo fui a decirle eso?
Salió de la oficina y a lo lejos vio que se alejaban Arielle y Doménico.
Sintió un estrujón en su corazón ver cómo reían. Fue a las caballerizas y luego a los corrales, todos lo vieron de muy mal humor, y nadie dijo ni pronunció palabras.
—Tomás, prepárame un caballo. —ordenó y Tomás lo hizo casi de inmediato.
—Corre como perrito faldero, también limpia su frente para que no se noten sus cuernos. —dijo con sarcasmo Vittorio y Enmanuell escuchando lo que dice, se acerca lo agarra por el cuello y lo enfrenta.
—¡Vuelve a repetir lo que dijiste, imbécil! —habló apretando los dientes mientras los otros vaqueros miraban. Vittorio reía sarcástico sin responder.
—Estás despedido, no quiero volver a verte por mis tierras.
Enmanuell dió un solo golpe y lo tiró al suelo, Vittorio se puso de