CAPÍTULO VII: JUGO DE PEPINO

Adén llegó hasta la mesa donde lo estaba esperando Theo, pues tenía que ir a buscar sus objetos personales dentro del restaurante de comida china rápida. Como era costumbre él estaba entretenido con su libro cuando el chico con la mochila a cuesta suelta:

—Así te ves tan atractivo—espeta Adén—. Con razón el muchacho de la otra vez se enamoró… ¿Cómo es que se llamaba? ¿Dalmi?

—Dani—dice Theo quitándole la vista al libro y guardándolo en su bolso—. Se llama porque aún no se ha muerto.

—¡Ah! Es que tienen contacto.

—No—ríe Theo—. Pero supongo que no ha fallecido.

—¿Para dónde vamos, señor? —cambia drásticamente la conversación Adén.

—A mí casa ¿No? —dice Theo mirándolo a los oj

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