CAPÍTULO VI: GALLETAS DE MANTEQUILLA

La felicidad que inundaba cada hueso de Theo se notaba con solo verlo andar, como si estuviera en la nebulosa. Todos en la oficina lo miraban estupefactos porque pocas veces podían ver a aquel joven tan sonriente.

Sin embargo, las obligaciones llamaban y tenía que descubrir lo que estaba pasando con sus proyectos que constaban como rechazados. Hasta el presente, como era costumbre se sentó una vez más en la silla de su cubículo para hacer sus labores. Entre correos y comunicaciones con fuentes cercanas de los altos mandos, a los que le trabajaba, descubrió que Cipriano estaba siendo acusado por malversaciones de fondos.

Theo no entendía nada, seguía leyendo portales de noticias donde expresaban detalladamente los desfalcos que supuestamente estaba haciendo su jefe a otras empresas a través de la publicidad que ofrecía.

La felicidad que pudiese tener aquel joven en ese momento se vio opacada le

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