Cap. 7: Reencuentro

Cap. 7: Reencuentro

Lara Luz regresa a Berlín, seis años después.

Con su hijo por una mano y la maleta en la otra, Lara camina buscando a quien suponía la esperaba en el aeropuerto.

—¡Mami, tengo hambre! ¿Cuándo vamos a comer pollo asado con papas? ¡Me lo prometiste!

—¿No comiste en el avión? —pregunta ella. 

—¡Sí! Pero eso fue poquitico y… —acariciando su barriguita agrega—: ¡Ya tengo hambre de nuevo!

—Es cierto, veremos que puedes comer por aquí, recuerda tu nutricionista.

—¡UFF! —Cruzó los brazos—. Siempre él en mis comidas…

El niño, a pesar de su corta edad había aceptado que padecía aquella enfermedad. Su madre se había esforzado en mostrarle, de una forma entendible para su edad, la forma en que él debía enfrentarla, haciéndole énfasis en que él se iba a curar muy pronto, pero tenía que seguir las indicaciones de su médico y del nutriólogo. Él era muy inteligente y se manejaba  con entusiasmo en pro de su propio bien.

Repentinamente  el niño ve a su madre con picardía…

—Mami, ¿cuándo llega papi?

Lara lo miró entrecerrando los ojos, notó su contraataque por el lado que sabía a ella le incomodaba.  

—¡Papi no! ¡Tío Emil!   

—¿Y Cuándo veré a papá? ¡Tengo muchas ganas de verlo! —insistió Egmont.

—¡Pronto lo verás! —Lara sonrió nerviosa, no quería mentir, pero ella aún tendrá que buscarlo, lo necesitaba ahora.  Durante todo este proceso con Egmont, ella lo recuerda y piensa en sí quizás con él hubiese sido diferente…

—¡Lara! —exclamó el hombre de traje azul marino que venía llegando hasta ella.

—Gracias a Dios, Emil —Emil tomó el equipaje de ella y se quedó mirando el rostro delicado de la chica, con ternura y emoción que le ponía a latir ruidoso su corazón.

Emil tenía planeado proponérsele ese mismo día, pero…

—Tío Emil, ¿qué tienes para mí? —Las palabras del pequeño Egmont lo sacaron de sus pensamientos.

—Este niño no tiene modales, ¿cómo puede pedir un regalo tan repentinamente?

—Lo vi en la tele —levantó una ceja pícaramente—. Un hombre recoge a una  madre, le da flores a ella y al hijo le da un regalo genial —comenta con picardía.

Lara sonríe sacudiendo la cabeza.

—¡Acertaste en una cosa! —le dice Emil sacando su mano de la espalda y ofreciendo un ramillete a la sorprendida Lara —. En realidad si son rosas azules para tu hermosa mami.

Lara las tomó y asintió sonriendo, adivinando  las intenciones en ellas.

Tras unos segundos de embarazoso silencio, Emil se inclinó  en dirección al niño, le acarició la cabeza con la mano y le dijo:

—¡Bravo, hoy has leído mi mente!

—Tío, seré una oruga que y luego mariposa aleteando alrededor de mami para cuidarla. Siempre sabré que intenciones tienes tú y todo el que se acerque a mi preciosa mami y si son buenas te apoyaré…

Emil alborotó los cabellos del niño con vigor:

—Eres un hijo muy protector de mami.

—Mami, mira allá… ¡Quiero de eso! —le dice Egmont y tira de ella señalando la tienda de comestibles, dejando a Emil recogiendo las maletas.

Emil acarició en su bolsillo el pequeño estuche con el anillo de diamantes que escogió para proponérsele a ella, sin embargo viéndola atendiendo a su hijo ladeó su mentón pensando:

«No sé cuándo será el momento propicio, pero ahora no lo es» volvió a guardarlo sin que nadie lo notara.

El niño se acercó a la vitrina y le señaló a Lara —: ¡Mami, quiero ese osito de chocolate!

La vendedora vio al niño y dijo al hombre que atendía en el rotador de vinos:

—Espere un momento por favor.

El hombre alto asintió y siguió girando para escoger un vino. La vendedora se acercó al niño que tenía al frente.

Lara  pidió  señalando el osito de chocolate, pero la chica le dijo:

—Lo siento, ya no queda de ese.

Lara se volvió a Egmont frunciendo de lado los labios.

—¡Oh! Ya no quedan ositos. ¿Quieres otra cosa? —en ocasiones le hablaba en español y ya su hijo estaba familiarizado con los dos idiomas.

El atractivo hombre que esperaba a la vendedora,  enseguida se volvió a la escena donde oyó que el niño hablaba en alemán y perfecto español, entonces quedó sorprendido al ver que aquella mujer se parecía a Lara Salgado.

A pesar de estar alejado de ella apreció el hermoso rostro de la mujer, su pelo claro y sus ojos casi miel. Vio que ella miraba con ternura al niño.

—No, mami…Yo quiero el osito de chocolate —insistió el niño.

Entonces aquél hombre tuvo un destello brillante en su mirada.

«¿Lara? Esa es Lara, cambio el color y corte de su cabello, pero ese rostro, esos ojos y sus labios los reconozco. Es ella, ¡es Lara y está de regreso!» Pensó —. Y ese niño es… ¿Será posible mi suerte hoy?»

Lara seguía hablando con su hijo:

—Pero hijo, ya me dijo que no hay más…

—¡Yo quiero ese! —dijo Egmont inflando las mejillas.

Ritter alzó la bolsa de regalo que tenía en sus manos, la cual contenía el último osito de chocolate que quedaba en la tienda. 

«Creo que este osito no llegará a ti querida sobrina, pero con él yo llegaré a Lara Salgado ahora mismo»

El hombre se caminaba ellos con la bolsita y una extraña sonrisa de satisfacción… Pero vio que un hombre alto y elegante se les acercó y le dio un beso en la mejilla a ella. Ritter frunció el ceño.

—Egmont —Oyó que así lo llamó aquél hombre y se reclinó para tomarlo en brazos —.Vamos a un lugar donde preparan muñecos de chocolate.

—¿De verdad?  —Dijo Egmont mirando emocionado a Lara—. ¿Ves mami? Ya es un buen padre… ¡Me entiende!

—¡Te consiente, y no es así, Emil!

—¡Vamos, mami! —dijo Egmont guiñando pícaro el ojo a Emil—Vámonos papi.

«¿Papi? ¿Entonces es ese el padre del niño? ¿Entonces ella está con ese hombre? o ¿Esa no es ella? Se me parece mucho, pero…

Emil  jaló la maleta, pero cuando se encaminaba con el niño en brazos Ritter se paró frente a ella. Lara se quedó tiesa y palideció al tenerlo justo al frente.

—¿Lara? —Preguntó Ritter.  

—¿Quién es usted? —preguntó Emil, pero miró el rostro pálido de Lara y frunció el ceño confundido —. ¿Le conoces, Lara?

—Permiso —Lara reaccionó enseguida, recordando la última vez que lo vio y se llenó de valor —, No, no lo conozco —dijo dirigiéndose a Emil y luego se volvió a Ritter—, disculpe señor, pero no sé quién es usted.

Lara levantó su mano y peinó al frente su flequillo. Haciendo un gesto de seguridad que confundió a los hombres.

Ritter, no se detuvo.

—Lara, yo necesito que hablemos —le dijo acercándose más, y luego sonrió volviéndose al hombre que llevaba al niño.  

—Oye, chico listo, acabo de ver que quieres este osito de chocolate, mira  quiero obsequiártelo.

—Bájame, por favor —demandó Egmont. Emil lo puso en el piso y el niño tomó la bolsita.

—Oye, pero es para una niña —la bolsita era rosada.

—Sí, pero yo quiero dártelo, ven, tómalo. es tuyo.  

—¡NO! —soltó Lara —. No puedes aceptarlo Egmont, no conocemos a este señor.  

Los ojos de Ritter se ennegrecieron de ira.

—Por favor —le dijo—. Es sólo un niño y lo vi quererlo, es por eso que se lo obsequió.

Emil ladeó su cara y mirando a  Lara alzó sus cejas.

—Ve y tómalo Egmont.

Egmont tomó la bolsita y  luego le extendió su manita…

—Soy Egmont  ¿y tú quién eres?

—Ritter Wolf.

—Gracias Ritter —Egmont se volvió a su madre—, mira mami. Ya lo conocemos. Sacó el osito de chocolate y le entregó la bolsa rosada a Lara.

—Gracias —dijo Lara apresurándose a la salida.    

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo