Mientras Daniel por fin se enfrentaba a Cristian, después de derrotar a varios de sus secuaces, el ambiente se cargó de tensión. Cristian, con una sonrisa arrogante, observó a Daniel con desdén.
—Pensé que no llegarías tan lejos —dijo Cristian, su voz fría y calculadora—. Pero aquí estás, el héroe en busca de su dama. ¿Realmente crees que puedes detenerme?
Daniel se acercó lentamente, el sudor en su frente y las cicatrices de batalla visibles. Sus ojos verdes esmeraldas se fijaron en Cristian con determinación.
—No soy un héroe y tampoco estoy aquí para hacerte justicia —replicó Daniel—. Estoy aquí para poner fin a ti.
Cristian soltó una risa sardónica y desenfundó un cuchillo con un brillo amenazador.
—Entonces, demuéstramelo. Si realmente eres lo que dices ser, tendrás que vencerme primero.
Daniel y Cristian se enfrentaron en una batalla feroz. Cristian lanzó el primer golpe, un rápido puñetazo dirigido al rostro de Daniel, quien apenas pudo esquivarlo. Con agilidad, Daniel respondi