Sospechas, charlas y más (2da. Parte)
Unos días después
New York
Kelly
La maternidad. Ese tema que todas juran entender, pero nadie sabe cómo manejar cuando le cae encima como un balde de agua helada. Para muchas, llega después de encontrar al “compañero ideal”, como si eso existiera más allá de las comedias románticas de domingo. Para otras, es el resultado de una noche de ingenuidad, de confiar en promesas vacías, en métodos fallidos o en hombres que desaparecen más rápido que una copa de vino en una reunión de amigas. Luego están las del “reloj biológico”, esas que sienten que el tiempo les respira en la nuca y empiezan a ver bebés hasta en las nubes. Y, por último, estamos las que ni siquiera sabíamos que queríamos ser madres… hasta que un test positivo nos explota en la cara.
Y ahí aparece el cóctel: miedo, ilusión, alegría, caos. Todo junto. Sin anestesia. Como si te lanzaras a un abismo con los ojos vendados esperando aterrizar sobre algo que no te mate. Porque en el fondo sabes que tu vida —esa que creías tener ba