Ojo por ojo (2da. Parte)
El mismo día
Sleepy Hollow, cerca de New York
Matthew
Estupidez, valentía o puro ego… muchos lo habrían llamado de mil formas distintas, pero para mí era otra cosa. Era ese momento decisivo donde dejaba la cobardía encerrada en un baúl con mil candados, porque entendí que no podía seguir huyendo de mis fantasmas. Un punto de quiebre donde ya no hay marcha atrás: o seguía respirando… o moría en el intento. Tal vez lo entendí demasiado tarde. O quizá fue el miedo el que, por fin, me obligó a abrir los ojos. Ralph no podía seguir actuando a su antojo, manipulando, amenazando, destruyendo vidas como si fueran fichas en su juego. Y sí, era mi hermano. Mi propia sangre. Pero el niño bueno que una vez fue murió cuando lo hizo Allison, eso desató su perversidad.
Por eso seguía conduciendo. Las manos aferradas al volante, los nudillos blancos por la tensión. El pie presionando el acelerador con más fuerza de la que debería. El corazón desbocado, golpeando contra mi pecho como si quisiera salir