Matrimonio por apariencias (2da. Parte)
La misma noche
New York
Matthew
Hay quienes son considerados idiotas por pensar en el matrimonio como algo más que un acuerdo entre dos partes. Románticos sin remedio, dicen. Idealistas fuera de lugar. Pero difiero. No los considero idiotas. Los envidio, porque son los afortunados. Los que han encontrado el amor y, más raro aún, han sido correspondidos con la misma intensidad, el mismo miedo, la misma locura. Para ellos, el matrimonio no es una estrategia ni una firma en un despacho elegante. Es una promesa sin plan B. Una forma de decir “sí” al otro sin dejar espacio a la duda, al divorcio, a la rendición.
En mi caso, alguna vez soñé con casarme enamorado hasta las trancas. Con el corazón desbordado, sin miedos, sin dudas, con esa certeza casi infantil de que todo estaría bien porque el amor bastaba. Me imaginaba construyendo una familia, compartiendo desayunos en una cocina cálida, besando a una mujer que me correspondiera con la misma intensidad con la que yo la adoraba. En esos su