Apenas Fabiola salió del ascensor, vio a Ana y Gaspar esperando en la puerta.
Adivinando el motivo de su presencia, Fabiola preguntó con el rostro impasible: —¿Qué quieren?
Al ver la cara de Fabiola, Ana sintió ganas de abofetearla.
Pero, como ella y Gaspar estaban a merced de Fabiola, tuvo que contenerse antes de decir: —Fabiola, ¿no crees que estás yendo demasiado lejos? ¿Realmente quieres vernos muertos?
Mientras abría la puerta, Fabiola los miró y respondió: —¿Qué he hecho?
—No pretendas que no sabes. Fuiste tú quien entregó el libro de cuentas a Rodrigo.
—Eso es porque ustedes infringieron la ley, ¿qué tiene que ver conmigo?
—¡Tú! —Ana levantó la mano para abofetearla.
Fabiola tampoco lo evitó, sus ojos miraron directamente a Ana.
La bofetada de Ana no podía continuar.
Afortunadamente, en ese momento, Gaspar intervino, dándole a Ana una salida.
—Vamos, ya eres mayor, ¿cómo puedes seguir enojándote con una niña? —después de regañar a Ana, se volvió hacia Fabiola con una mirada afec