Cuando el rubor en el rostro de Fabiola desapareció, se giró hacia Benedicto: —¿Has oído hablar del asunto de Joana?
Fabiola no creía que Benedicto fuera el responsable de dejar a Joana medio muerta.
Él no tenía esa capacidad.
—Uh-huh —respondió Benedicto con despreocupación.
—¿Quién crees que lo hizo?
—No sé —respondió Benedicto impasible.
—¿Cómo saliste ese día?
Con tantos guardaespaldas protegiendo a Joana, era imposible que Benedicto saliera ileso.
—Cuando entré, los guardaespaldas ya estaban en el suelo —Benedicto no mintió con esta afirmación.
Fabiola acarició su barbilla, pensativa: —Entonces, ¿había otra gente allí ese día? ¿Podría el estado actual de Joana estar relacionado con ellos?
Benedicto tomó la mano de Fabiola: —No pienses tanto en eso.
—Me preocupa... —Fabiola levantó sus ojos brumosos hacia Benedicto.
El corazón de Benedicto se ablandó de inmediato, la abrazó y la consoló en voz baja: —¿Temor a que la familia Herrera no encuentre a nadie y se desquiten conmigo?
Fabio