—Entonces, ¿qué es...?
—¡Cariño! —antes de que Fabiola terminara de hablar, escuchó la voz extremadamente emocionada de Patricia.
Siguió la voz y vio a Patricia bajando del coche de Alejandro.
—¿Vinieron juntos?
—Sí —dijo Alejandro. —Felicidades, señorita Salinas.
Fabiola miró a Patricia con una mirada ambigua y luego dijo a Alejandro: —Gracias, Doctor Torres, pero no necesita ser tan formal, puede llamarme simplemente Fabiolita.
—¿Fabiolita? —de repente, Benedicto habló, su voz sonaba como si viniera de su nariz.
Alejandro echó un vistazo a Benedicto y dijo sonriendo: —Mejor te llamaré Fabiola, y tú no seas tan formal, llámame Alejandro.
—Está bien.
Mientras hablaban, los cuatro se sentaron en los pequeños bancos frente al puesto.
Benedicto de vez en cuando miraba hacia abajo, a su pequeño banco.
Fabiola: —¿Qué pasa?
Desde que llegaron al puesto de barbacoa, Benedicto había estado actuando extraño.
Alejandro bromeó: —No te preocupes por él, es la primera vez que el gran señor Sánchez