Dorian tomó la toalla del banco a su lado y empezó a secarse el rostro, el cuello y los hombros, como si no acabara de dejar a alguien sin aire justo allí.
— Deberías venir a entrenar conmigo algún día. Es bueno para calmar la mente — dijo con naturalidad, como si ella no estuviera completamente fuera de eje.
Francine hizo lo posible por recuperar la compostura y levantó el celular.
— Lo voy a pensar. Por ahora, me quedo con el entrenamiento de fotografía.
— Entonces aprovecha la luz. Esta merece una buena edición.
Ella rió, intentando fingir naturalidad.
Perfecto. La primera selfie no salió. Pero la memoria… esa no la iba a borrar jamás.
— Puedes sentirte libre de fotografiar con tu celular nuevo — dijo Dorian, volviendo a posicionarse en la barra como si fuera lo más casual del mundo. — No voy a cobrar derechos de imagen.
Francine soltó una risita nerviosa, apoyándose discretamente en la baranda de la terraza.
La luz estaba realmente perfecta.
Pero ¿quién necesitaba un atardecer cua