El martillazo de la jueza sonó como un disparo en el corazón de Tony, sintió sus piernas ablandarse y tuvo que apoyarse en la mesa para no caer.
— Lupita deberá ser entregada a la señora Johnson —continuó la jueza— Se establecerá un régimen de visitas...
Tony ya no escuchaba. Sus oídos zumbaban y el mundo parecía dar vueltas, a través de la niebla que nublaba sus ojos, vio a Sarah sonreír discretamente.
— Apá... —la vocecita de Lupita lo trajo de vuelta a la realidad, la niña se había despertado y estiraba sus bracitos hacia él desde el regazo de Guadalupe.
— Mi reinita... —Tony la alzó, apretándola contra su pecho como si quisiera fundirla con su corazón.
— No, no, no... —María sollozaba en voz baja, aferrada al rosario entre sus manos— la Virgencita no puede permitir esto...
— Su Señoría —la voz de Tony salió ronca, quebrada—. Por favor... Esta niña es mi vida entera. No puede...
— Lo siento, señor Treviño —respondió la jueza— la decisión está tomada —la jueza contestó de manera aut