Una mañana agitada

Me despierto tan temprano que él aún está dormido a mis espaldas, abrazándome por detrás y con lo que creo que es su erección clavada en el medio de mis glúteos. Ay, por Dios, no sé si quedarme a disfrutar de esa sensación o salir corriendo.

Me muerdo el labio inferior, conteniendo una sonrisa, mientras me refriego un poco contra él. Hacía tanto que no sentía un cuerpo masculino de esta forma, que hasta me dan ganas de arrancarle todo y ser suya de una vez, pero creo que con él es mejor esperar, es mejor alimentar el fuego, porque siento que es de esos que, cuando obtienen lo que quieren, se olvidan.

—¿Qué pasa? —cuestiona en un murmullo grave, masculino y seductor, tomándome de la cintura para pegarme a él lo más posible—. ¿Te gusta lo que sientes? —agrega en mi oído, provocándome escalofríos por todo el cuerpo.

—Tengo que admitir que sí —replico, girando para ponerme frente a él. Todavía tiene los ojos cerrados, pero esboza una pequeña sonrisa.

—Parece que funcionó lo que te dije ay
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