Capítulo 6

—Claro que si, además... es su cuarto.

—Mi cuarto está a lado— Ríe entre dientes.

—Majestad, todos los cuartos de este palacio son suyos— Le dedico una pequeña risita. —Además, no me sentiría tranquila durmiendo sola en este cuarto.

Se quita el saco y lo deja sobre el pie de cama, luego empieza a desabotonar sus mangas y las arremanga hasta los codos, para luego acostarse sobre su lado de la cama, me siento tan feliz de que haya aceptado mi invitación, que yo también me acuesto y me acerco un poco a él, levanto la mirada y ambos nos miramos directo a los ojos.

—Gracias por acceder a mi petición, majestad.

—Descuida, después del susto de muerte que te he dado, es lo mínimo que puedo hacer.

Pone una de sus manos sobre mi brazo derecho y tira de mi con suavidad hacia él, colocándome sobre su pecho, me he quedado aturdida por su repentina acción, que no estoy segura como actuar, nerviosa, pongo mi mano sobre su pecho y al escuchar sus latidos, cierro los ojos suavemente.

—¿Estas cómoda?

—Sí, usted es muy cómodo.

Todavía con los ojos cerrados, restriego un poco mi mejilla contra él, como si fuera algo común entre nosotros dos, es extraño. Al escuchar mejor sus latidos, me doy cuenta de que su corazón está latiendo bastante rápido ¿Acaso tendrá algún problema en el corazón? No tengo idea, pero de lo que si estoy segura es que, su cercanía me ha provocado una extraña sensación de seguridad y protección, como si fuera alguien importante en mi vida, es, cuanto menos, curioso que él provoque ese sentimiento en mí, de lo tranquila que me siento, he relajado mi postura, dejándome llevar por esta sensación tan reconfortante que me rodea.

Como todas mis mañanas, apenas siento los rayos del sol refunfuño un poco enojada y me niego a abrir los ojos, así que me acomodo, mi mano se topa con algo duro y firme, esto hace que se dibuje una pequeña sonrisa en mis labios, ya que también se siente suave.

—Buenos días.

Una voz masculina llega a mis oídos, esto hace levante enseguida la mirada y me topo con los ojos del rey, enseguida me siento en mi lugar y me disculpo con él por haber hecho eso de forma tan confianzuda, creo que debo tener el rostro completamente rojo como un tomate.

—Descuida, no tienes por qué ponerte así.

—Claro que sí, le he acariciado el pecho sin permiso... no soy digna de tocarlo.

—Tocaste mi camisa, es bastante suave y debo admitir que dan ganas de pasar la mano por ella.

—Aun así... no está bien, además de que me he dormido sobre usted... eso es aún peor.

—Yo te acosté sobre mí, así que no tienes por qué ponerte tan nerviosa ni sentirte avergonzada, tranquila.

Me dedica una pequeña sonrisa para después sentarse en la cama y estirar los brazos, puedo escuchar cómo le truenan algunos huesos, él suelta un ligero gemido de placer y luego se levanta de la cama, camina hacia el pie de cama y toma su saco negro, se lo pone y se dirige a la puerta de la habitación; incluso recién despertado, se ve muy apuesto.

—Arreglate, que vamos a desayunar.

Miro hacia la ventana y veo que ya hay rayos de sol en el cielo, sin darle credibilidad a lo que estoy viendo, me levanto de un salto de la cama y corro hacia la ventana, abro los ojos de par en par y me doy cuenta de que ya es demasiado tarde. Me giro sobre mis talones y corro hacia la puerta, levantando un poco la falda de mi vestido, seguramente mi madre me va a regañar.

Mientras corro, miro de reojo a Su majestad, nuestros ojos se encuentran por unos instantes y no puedo evitar mirarlo mientras sigo avanzando, paso a lado del rey y él me toma del brazo, haciendo que me pare en seco, sigo sin quitarle la vista de encima, pero siento como me aprieta un poco y bajo la mirada, luego pongo mi mano sobre la suya y trato de apartarlo con suavidad, pero él no cede ni un poco.

—Majestad, tengo que irme, se me ha hecho tarde para iniciar con mis labores.

—Te he dicho que te arregles, porque vamos a desayunar.

Su mirada se ha vuelto seria y su voz es firme y ligeramente fría, además de ser imponente. Hace que me gire sobre mis talones y me regresa al interior de la habitación.

—Una sirvienta vendrá a ayudarte a arreglarte, así que no te preocupes.

Me quedo pensativa por unos instantes y antes de que cierre la puerta, volteo a verlo, ahora su expresión es la de hace unos instantes, cálida y suave. Cierra la puerta y suelto un ligero suspiro, siento que me he metido en un gran problema y no sé por qué.

Me quito mi ropa cuando estoy dentro del baño y me doy una ducha, el agua caliente es fantástica, quiero quedarme aquí por horas, pero tengo muchas cosas que hacer, así que me termino de bañar y salgo de la ducha, mientras me seco el pelo, escucho la voz de una mujer al otro lado de la puerta, que me dice que está ahí para ayudarme con mi vestimenta.

Apenada y con los colores sobre mi rostro, salgo del baño dando pequeños pasitos. La mujer, al verme, se acerca a mí y me pide que me quite la toalla para poder arreglarme, cierro los ojos y trago saliva con dificultad, nerviosa, dejo caer la toalla al suelo.

—Tranquila señorita, no tiene por qué ponerse tan nerviosa.

—Perdón, es que, estoy acostumbrada a vestirme sola.

—Entiendo, pero usted no podría ponerse este vestido sola.

Asustada por sus palabras, abro los ojos enseguida y veo que el vestido que ha traído es enorme, la falda es muy ancha y muy pomposa, al menos para mí, ya que las faldas de mis vestidos no son tan grandes ni anchas, aunque claro... nosotros no podemos permitirnos comprar vestimentas tan costosas y lujosas.

Sin mediar más palabras, la criada me ayuda a ponerme la ropa interior y luego el corset, apretándolo bastante, algunos jadeos se me escapan y respirar se me dificultad un poco, luego empieza a ponerme el vestido, ajustándolo a mi cuerpo, después me pide que tome asiento en una banca y me pone los zapatos.

Una vez que ha terminado de ayudarme o, mejor dicho, que me ha vestido, me pide que me siente en un banquito que está frente a un tocador. Apenas tomo asiento, toma el cepillo que estaba ahí encima y empieza a desenredarme el cabello de forma amable; me siento como si fuera una niña pequeña, sé que es su trabajo, pero puedo arreglarme sola el cabello, es bastante vergonzoso, menos mal que nadie me está viendo. Ella empieza a hacerme un hermoso peinado y cuando termina, coloca una peineta sobre mi cabeza, dándole un toque más elegante al peinado. Luego me ayuda a levantarme del lugar, me cuesta mucho trabajo caminar ya que no estoy acostumbrada a caminar con zapatos de tacón.

—Tranquila señorita, yo la ayudo.

El camino hacia el comedor ha sido todo un martirio para mí y mis pobres pies, ya que los zapatos me aprietan de los dedos y cuando camino, siento que mi pie se va hacia adelante, es muy incómodo esto, pero debo respetar las reglas del palacio y si el rey dice que debo arreglarme para desayunar con él, entonces eso será, menos mal que será solo por esta ocasión. Soñar con volverme a poner mi ropa cómoda y zapatos me llena de cierta ilusión, lo que no extraño en lo absoluto es tener que levantarme temprano para ayudar en la granja, eso es horrible, de eso no hay duda, en especial porque el sol no ha salido cuando me toca levantarme de la cama.

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