No parecía haber mucho cambio desde hace cinco años, todo seguía igual, con el mismo estilo aburrido y sencillo.
Pero cuando entró al estudio y vio las dos copias del acuerdo de matrimonio sobre la mesa, explotó de alegría y rabia.
—¡Ahh, rayos!
¡Resulta que lo que acababa de firmar era un acta de matrimonio!
Este estafador tan astuto, ¿cómo pudo engañarme para que firmara esto mientras... mientras estábamos...?
Ricardo escuchó el grito de Marina y salió corriendo rápidamente desde el baño, con la cabeza llena de espuma.
—¿Te pasó algo, estás bien? —dijo con voz urgente.
Marina se dio la vuelta para enfrentarlo, pero al ver que no llevaba ropa y venía hacia ella desnudo, gritó nuevamente:
—¡Ahh, maldito mentiroso!
Ricardo vio que no había pasado nada grave, sólo que ella había encontrado los documentos, así que siguió frotándose la cabeza mientras regresaba al baño.
Marina cogió rápidamente un trapo del respaldo de una silla y, con los ojos cerrados, se la lanzó a él.
—¿Por qué sales s