Perla se sentó en el asiento del copiloto, cansada.
Marina, que manejaba el carro, le dijo:
—Hermanita, te compré un café. Tómalo para despertarte un poco.
—Ander, pásale el café a tu mamá.
—Sí —respondió Ander, quien, con cuidado, le dio el café a Perla desde el asiento de atrás mientras el carro arrancaba. Perla se giró para recibirlo.
—Dale, Andi.
Últimamente, Perla había estado tan ocupada con la organización de la exposición que no había tenido tiempo para estar con sus hijos. La familia se había turnado para cuidarlos:
Ander estaba con Marina, y Orión con William. Ahora iban a recoger a Orión donde William. Esa noche, Celeste había reservado una mesa en un restaurante para celebrar por adelantado el éxito de la exposición de Perla.
Los últimos cinco años habían sido tranquilos y prósperos para Perla, sin muchos disgustos en su vida.
Mientras tanto, en la oficina de William, él estaba terminando su trabajo del día.
Orión, sentado en una mesita baja al lado del esc