Capítulo 65. Fecha de caducidad
Estaba siendo un día maravilloso. Los rayos de un cálido sol de verano se colaban por las ventanas del enorme comedor principal.
Desayunaron los tres juntos, y María, como cada día desde que la enferma había llegado, se esforzaba mucho por mimar a Ileana con cosas absolutamente deliciosas que hacían que esta última se deshiciera en halagos ostentosos que la buena cocinera realmente disfrutaba.
Esa dinámica hacía divertirse mucho a Ámbar: con su madre consentida como princesa, exagerando profusamente sus elogios, y María fingiendo falsa modestia con cada palabra.
Marco simplemente se sonreía con disimulo para no ofender a ninguna de las dos señoras.
Nunca había caído en la cuenta de lo aburrido y lúgubre que había sido todo, incluso él, antes de la llegada de Ámbar a su casa, llenándola de luz y color… y, sobre todo, de sonidos.
Luego del desayuno, la enfermera, Susy, llevó a la madre de Ámbar a dar un corto paseo para tomar aire y sol, por el hermoso parque que había fuera de la man