Seven

Vladimir Sokolov

Llegué a casa después de una mañana dura, después de tantas complicaciones. No escuchaba ningún ruido, todo estaba en silencio. Me pareció extraño, ya que a estás horas, todos iban de aquí para allá. Caminé hasta el fondo del salón, pero paré en seco, cuando escuché unas risas, una risa dulce. Me acerqué hasta donde venía las risas y desde la ventana, vi como ella reía. Cómo enseñaba sus dientes, se la veía feliz, calmada y relajada. Era como si se sintiera en su casa, como si estuviese agusto. Tenía ganas de acercarme, pero sé, que si le acerco, ella dejaría de reir. No quiero perturbar su tranquilidad, sé que me odia. Yo a ella no, porque no me ha hecho nada.

Conmigo era una fiera, sacaba las uñas y no reía. Pero con María, era dulce y sonriente. Tenía carácter y eso me gustaba, ella no lloraba y no se dejaba intimidad.

Me alejé de allí para dejarla tranquila.

En el despacho me encontré con mi hermano hablando por teléfono, discutía
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