Four

Sarah Brown

Me mantenía en aquella habitación, encerrada sin saber nada de nadie, sin saber de mis padre y de Catalina. Tenía miedo que le hubieran hecho daño, ese sicópata, era un puto demente.

En aquel balcón sentada, sintiendo el aíre fresco calar mi piel. Miraba el campo y el sonido de las ramas de los árboles.

Mi padre siempre me decía que me mantuviera fuerte, que no dejara que nadie me intimidara. Siempre fui fuerte, alegre. Pero estar aquí, me estaba matando lentamente. Necesito saber de mis padres, necesito llamarles y escuchar sus voces. Tengo miedo de no volverles a ver, miedo de morir aquí y nadie lo supiera.

Quiero un consejo de mi padre, los abrazos cálidos de mi madre, los besos cariñosos de mi abuela. Necesito saber de Catalina, saber que está bien y no la hicieron daño. Miré al cielo gris y cerré los ojos, pidiendo a Dios por mi, por mi familia y Catalina.

Me acurreque en el sofá, abrazando el cojín y cerré mis ojos. Me encantaba respirar el aire fresco y limpio, sentir el frío en mi rostro.

Escuché unos pasos, pero me mantuve los ojos cerrados, quería seguir durmiendo. Me daba igual quién fuese, estaba tan agusto, que pasaba de todo.

Siento que me rodean y me elevan, escuchó una respiración agitada y profunda. Estaba tan calentita donde estuviera, que mi cuerpo se relajaba. Noté que me dejan sobre algo blando y cómodo, pero seguía durmiendo. Escuché de nuevo la puerta y el silencio, llegó de nuevo.

Otro día más, otro días aquí, llevo dos días y para mí, era una eternidad. Para mí era una jaula elegante, sin nadie, solo leones esperando a devorar a su presa. Necesitaba salir de aquí, irme de una vez por todas y meter al sicópata en la cárcel.

Me levanté de la cama y fui al baño, me sentía sola, agotada y demacrada. Me noto sin fuerzas y no llevo ni tres días aquí, pero para mí, es un maldito siglo. Quiero saber que quiere hacerme, no le volví a ver, algo que en parte, me alegra. Solo venía esa señora a traerme la comida y poder tomarme las pastillas.

Escucho la puerta y salgo del baño para saber quién era, pero me encontré con un chico que no había visto. Era rubio, de ojos azules y mirada intensa, como el sicópata. Me observaba seriamente y yo, de igual manera.

—Vente conmigo. — pidió, tenía la voz menos gruesa que el otro.

—¿A dónde? — Pregunté curiosa. ¿Me matarán?

—No hables, solo sígueme. — exclamó.

Así lo hice, ¿Por qué están todos amargados? ¿Tienen falta de ánimos? Salí de la habitación y caminé detrás de él por aquel pasillo grande. ¿Donde me llevaba? ¿Sería mi último día de vida? Seguramente me llevarán algún sitio para torturarme y matarme, tendrán alguna habitación para sus matanzas.

El chico abrió una puerta gris, me hizo pasar primero. Bajé unas escaleras, era un sótano sin mucha luz. Tenía miedo bajar esa escalera y encontrarme con algo, miedo a que ahí, me hicieran daño. Miré hacia atrás, y ese chico, bajaba conmigo seriamente. Cuando llegué al final de las escaleras, vi a dos hombres, con las manos hacia delante y sentado, estaba el sicópata. Me esperaba y tenía miedo de seguir avanzando, todo esto me estaba intrigando, me estaba torturando y le decía a mi corazón, que aguantará, que no me fallara.

—Acércate. — su voz, me erizó la piel. Tragando saliva, me acerqué a él. —Siéntate. — lo hice, me senté, pero muerta de miedo. —Vas hacer algo, vas a tener que colaborar.

—¿En qué? — pregunté.

—Vamos a grabarte, diciéndole a tu asqueroso padre que estás en mis manos. — dijo. —Aunque seguramente, tu amiga ya dijo algo. Pero quiero que te vea aquí conmigo, en mis manos.

—¿Sabes que puedo decir tu nombre en la grabación? — saqué el valor, saqué toda mi rabia. —Puedo decir quién me tiene aquí y mi padre ya podría denunciarte.

—Querida, estás en mi territorio, tengo a todos los policías comprados. — sonrió. —Tu padre aquí, no vale nada, así que no te hagas la valiente. Con un chasquido dedos, podría mandar a matar a toda tu familia, después matarte... Conmigo, no juegues.

Cerré mis ojos con pesar, tenía ganas de llorar, de soltar mi dolor. No quería que les pasara nada a mí familia, él si sería capaz de matarlos, se le veía seguro.

Se levantó y se acercó a mi, me cogió del brazo y me llevo a una silla que había en medio del sótano y una cámara delante de mi.

—Ahora tú calladita y sin hablar. — le miré, le miré con asco y odio.

Uno de esos hombres cogió la cámara y la encendió. No podía hablar, no podía cometer una locura y que matara a mi familia. Mis padres, mis adorables padres. Cuanto les extraño, cuántas ganas de estar con ellos y volver a ser la chica alegre que era.

Empezó grabarme, dando vueltas a mi alrededor, enfocándome bien. No hablaban, solo me grababan. Esa era la prueba que querían para mí padre, para que él supiera que estaba secuestrada. Ellos no pedían dinero, solo querían a mi padre.

Ojalá mi padre, no viniera. Pero sé, que lo haría, arriesgaría su vida por mi. ¿Pero que padre no lo haría? Y el mío, sería que dar su vida por la mía. Algo tenía que hacer, ¿Pero el qué? No podía hacer nada, estaba atada de pies y manos. Mientras me grababan, yo solo rezaba. Jamás estado en esta situación, jamás he pasado tanto miedo. Ni siquiera cuando me enteré de mi enfermedad.

Noto mi corazón acelerado, late muy rápido y sé lo que está pasando. Me estoy llevando emociones fuertes, esto mi corazón no lo aguanta. Mi vista se nubla, me empezó a marear. No tengo fuerzas, nada. Solo noto como caigo y mi cuerpo choca contra el suelo y mi veo solo oscuridad...

—Der'mo...

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