Reinhardt observó a su alrededor, dándose cuenta de que la situación era insostenible. Habían estado peleando no solo para protegerse de los policías, sino también para no perder aquel territorio ni todo el cargamento que había llegado en el barco.
Sin embargo, todo se había salido de control. Ya muchos habían muerto y empezaban a quedar unos pocos. Además, ya no había nada que recuperar del cargamento, pues todo se había destruido.
De pronto, vio a un policía hablando a través de su radio y pareció haber pedido apoyo, lo cual lo ponía en desventaja. Por lo tanto, no podía arriesgarse a quedarse allí mucho más tiempo.
—¡Retírense! —exclamó Reinhardt a los hombres que sobraban—. ¡No hay otra opción! ¡Vámonos antes de que lleguen más policías! ¡Retírense, y ya saben lo que deben hacer! —expuso, refiriéndose al hecho de que, después de una emboscada como esta, los hombres sabían que estaba prohibido volver al cabaret, pues podían ser perseguidos por la policía. Por esa razón, debían al