—La verdad, había ido al cabaret con otras intenciones —comenzó diciendo Gerald—. Pero la primera vez que te vi... quedé completamente cautivado.
Sus pasos fueron lentos pero seguros al acercarse. Gerald mantenía un tono controlado, casi afable, aunque en su trasfondo se percibía algo más turbio. Se detuvo justo frente a Jasper, inclinando el torso hacia él. Una de sus manos fue a apoyarse en el borde de la cama, junto al muslo de Jasper, acercándose hasta quedar a escasos centímetros de su rostro. La cercanía era deliberada, invasiva.
—Voy a ir directo al grano, Jasper —expuso—. Me encantas. Desde el primer momento en que te vi, me has gustado mucho. Te quería solo para mí —confesó con franqueza—. Así que fui al cabaret con la clara intención de traerte conmigo, pero Reinhardt se negó. No quiso negociar. Por tanto, como ya te he explicado, tuve que buscar otra manera. Y ahora estás aquí, en mi poder. A partir de hoy, eres mío, solamente mío. Nadie más volverá a tocarte, nadie más vol