C209: Olvídense de ella.
Reinhardt abrió la puerta con la toalla atada descuidadamente en la cintura, el pecho amplio descubierto y con el cabello revuelto por el sueño y el sexo. La mirada que le lanzó a quien estaba del otro lado era lo suficientemente letal como para hacer retroceder a cualquiera. Pero no era Simone. Era Charlie.
Una vena se marcó en la frente de Reinhardt al verlo parado frente a su puerta.
—Charlie, ¿qué demonios...? —refunfuñó.
Charlie sintió una punzada helada que le recorrió la espalda. Era esa aura gélida, oscura que parecía emanar de Reinhardt cuando alguien cometía el error de cruzar una línea invisible, y había pocas más sagradas que esa: jamás tocar su puerta. Jamás. Y menos cuando estaba allí dentro, ya sea solo o con alguien, a menos que fuera un asunto de vida o muerte.
Charlie tragó saliva y se enderezó.
—Reinhardt, lo siento. Sé que no te gusta que toque la puerta de tu habitación, pero…
—Si sabes eso perfectamente, ¿qué haces parado justo aquí enfrente? —lo interrumpió Rein