Cap. 117: Dulce despertar.
El sol matutino filtró sus primeros rayos de luz por una rendija de la ventana. Luna odiaba despertar temprano, pero recordó el pedido de su tía. Un aroma delicioso de panificados y café recién preparado hizo que tomara valor para abrir sus ojos y diera un pequeño salto para levantarse.
Vladímir, con la breve convivencia que habían mantenido, conocía los gustos y la rutina de la chica. Su idea era llevarle el desayuno a la cama y pasar unos veinte minutos luchando para que aceptara despertar; era una niña demasiado caprichosa, pero eso nunca le molestaba.
Después del acontecimiento de la noche anterior, Luna durmió como un dulce bebé. Acurrucarse en su pecho, respirar su aroma era tocar el cielo con las manos.
Vladímir mantuvo su palabra y sus manos quietas. Poder cumplir el pacto de honor que sellaron en "Claro de Luna" lo llenaba de orgullo; pero creía que las palabras de Alexeí eran ciertas: desde que conoció a Luna, era un monje intentando llegar a la iluminación. Pero tenerla so