85. Celos, malditos celos
Javier ni siquiera se molestó en estacionar el auto cuando llegaron al club. El dueño, un hombre de traje impecable y sonrisa fácil, salió a recibirlos en persona.
—¡Javier, Cassandra! Bienvenidos —exclamó, estrechando la mano de él con entusiasmo y besando a su hermana en ambas mejillas. Sus ojos se posaron en ella, evaluándola con interés.—. ¿Y quién es esta belleza?
—Andrea García —dijo Cassandra silenciando la intención de Javier al responder e ignorando su mala cara—. Una amiga muy querida, así que…
—No se diga más —intervino, luciendo fascinado—. Espero que disfrutes la noche y que no sea la única.
Intentó acercarse para besarla, pero Javier le dio una palmada en el hombro y Cassandra envolvió su brazo alejándolo de ambos con una facilidad impresionante.
Andrea no supo qué hacer y detuvo sus pasos, pero Javier le colocó la mano en la espalda baja para que avanzara y con disimulo le preguntó:
—¿Estás segura de que te sientes cómoda al estar aquí? Puedo llevarte a tu casa si pref