Patricia se secó las lágrimas con la mano, miró a su asistente y dijo: — Voy a vender el estudio y me voy de aquí.
Laura se murió, y esta ciudad, que ya no tiene a nadie en quien confiar, se convirtió en un lugar que me parte el corazón.
Quería irse, empezar de nuevo.
— ¿Ah? ¿Por qué? — La asistente estaba completamente sorprendida. Parecía algo muy repentino.
— Quiero vivir en otra ciudad.
— ¡Cambiar de ciudad es menos trabajo que cambiar de actitud, jefa! Vive demasiado en serio.
Patricia sonrió. — Supongo que sí.
¿Acaso la vida no se debe vivir con seriedad?
— Si de verdad quieres cambiar de aires, quédate con el estudio. Si no te adaptas allá, siempre puedes regresar.
Patricia miró a su asistente, y de repente le vino un pensamiento a la cabeza.
¿Y si Laura no está muerta? ¿Y si simplemente se fue a vivir a otra ciudad?
Y algún día volverá.
— Jefa, ¿por qué me mira así? — La asistente se sintió incómoda bajo su mirada.
Patricia se levantó, la abrazó con fuerza y le dijo emocionada: