Milena seguía a Manolo, percibiendo el sutil aroma a jazmín que emanaba de él.
No pudo evitar preguntarse qué tipo de hombre sería realmente.
—Siéntate.
La voz la sacó de sus pensamientos.
Sin darse cuenta, habían entrado en el salón privado.
—¿Qué pasa? ¿Soy tan guapo? No dejas de mirarme —bromeó Manolo, como si fueran viejos amigos.
Y eso que era la primera vez que se veían.
Milena se sentó, girándose para agradecerle.
Manolo tomó asiento frente a ella.
El camarero trajo bebidas y aperitivos.
Manolo sirvió las copas.
Milena lo observaba con expresión serena, aunque ya sentía cierta atracción hacia él.
Atractivo y amable, probablemente el tipo de hombre que toda mujer apreciaría.
—Si bebes, toma poco. Si no bebes, puedo pedir que traigan refrescos —Manolo terminó de servir y pareció recordarlo de repente, mostrando algo de pesar—. Perdón, no lo pensé antes.
Milena tomó una copa, sonriendo suavemente. —Puedo beber un poco, no necesito refrescos.
Manolo levantó su copa. —Esta copa es pa