Miguel, completamente excitado, no permitiría que ella lo hiciera sola.
—Quédate quieta, o te arrepentirás —la amenazó en voz baja.
Laura sintió un peso en el corazón y, con la cara pálida, dijo: —Me duele el estómago, no me molestes.
La expresión de Miguel se endureció: —¿Otra vez te duele el estómago? —La miró con escepticismo y desconfianza—. Esta mujer siempre dice que le duele el estómago, seguro que me está engañando.
Laura sintió un nudo en el estómago, temiendo que Miguel descubriera algo. Lo miró con reproche: —Es por tu brutalidad de anoche, todavía me duele.
No sabía si Miguel le creería.
Miguel apretó los labios, una sonrisa se dibujó en su rostro: —No es la primera vez que dormimos juntos, ¿no sabes si soy brusco o no?
Las palabras de Laura lo habían complacido, su humor mejoró y su tono ya no era tan frío.
Laura aprovechó la oportunidad para empujarlo: —¿Podemos esperar a que me recupere?
Su voz suave, combinada con sus hermosos ojos grandes y su aspecto dócil, era encan