La chica también empezó a comer, pero con bastante lentitud. Incluso, Dober acabó su desayuno y Hiz aún seguía comiendo, sentía que iba a reventar por la llenura.
—Disculpe, señor, pero no puedo comer más —se dio por vencida.
Dober estaba acomodado en la silla, observándola como siempre. Examinó el plato y notó que sí se había comido más de la mitad del hígado y el puré batatas.
—Bien —aceptó—, pero tómate el jugo.
La chica tomó los últimos tragos del zumo de naranja y después, sintiendo que su estómago le agradecía algo de peso, se recostó en la silla.
Notó que Dober se mostraba bastante satisfecho con lo que veía, se levantó de la silla y caminó rumbo al baño. Ella imaginó que se lavaría los dientes y las manos.
Después de unos minutos regresó y tomó del closet un abrigo negro de botones que le llegaba hasta las rodillas. Al ponérselo, Hiz volvió a tener la sensación de que estaba con alguien sumamente importante, así que se levantó de la silla casi de un salto.
—Repósate antes de v