38. Tóxico
Eduard no la había reconocido en primera instancia, no solo estaba mucho más hermosa e irradiaba vida, sino que además se había cambiado el color y corte del cabello.
— No puedo creerlo, no solo es la sorpresa que nos encontremos sino que además aún no logres olvidarme.
— ¿Por qué deduces eso?
— Me has reconocido y de inmediato has intentado reunirte en un lugar íntimo conmigo, como es obvio aún sigo casado pero eso es lo que menos importa.
— Despierta y baja tu ego, el que te invitara aquí no es porque albergue algún sentimiento por ti.
— Quizá te quedaste con las ganas de que un verdadero hombre te hiciera suya.
— No dejas de ser un complemento imbécil, pero lo cierto es que necesito que me ignores por completo, que hagas que no me conoces.
— ¿Por qué?, ¿No saben quién eres en realidad?, ¿Que eres la hija de un estafador?
— No, cambié mi nombre y empecé de nuevo, lo que he obtenido ha sido fruto de mi esfuerzo y no lo vas a arruinar.
— Mira que sorpresa, ya veo porque nunca