¿Cómo creen que va a terminar esa noche? Las leo en comentarios. Si quieren echar chisme conmigo pueden buscarme como Anna Cuher en r3d3$ $0c¡al3s.
EMILIAMe quedé en silencio.Sus palabras seguían flotando en el aire como humo espeso, envolviéndome, asfixiándome. “Jamás te he sido infiel”, había dicho, con esa voz ronca y temblorosa que no conocía de él. No como esposo. No como hombre, sino como alguien comprometido a. . . ¿Amarme?Sus caderas presionaban las mías, y su ere**cción hablaba de todo lo que había callado por años. Me deseaba, podía sentirlo, y mi cuerpo gritaba tan fuerte por él, que sentí la tela de mi tanga húmeda. Era como un secreto maldito que me había estado guardando. Sus ojos me atravesaban como cuchillas, y su cuerpo era un incendio contenido.Pero yo ya me había quemado. Y sabía lo que dolía.Mi corazón latía con una fuerza brutal. Mi cuerpo lo deseaba. ¡Maldita sea, lo deseaba! Lo miré a los ojos, por primera vez, de cerca. Me armé de valor y lo atraje hacia mí rodeándolo con mis brazos para plantarle un beso. Esta vez era yo la de la iniciativa. No lo hice por deber. Devoré su boca por furia, con un sal
EMILIALa noche se sentía pesada, como si la ciudad misma cargara con mis emociones. Salí del bar sin rumbo fijo, con el corazón latiendo a contratiempo y las mejillas calientes por más de una razón. El viento nocturno me golpeó el rostro, pero no me alivió. Solo me hizo sentir más viva y más rota. Me sentía de todas las maneras contradictorias después del encuentro con Brandon. — ¡Emi! —Escuché la voz de Leo antes de verlo.Me giré justo cuando él y Tony salían del bar detrás de mí. Me había olvidado de ellos. Al verlos, no me contuve. Eché a correr hacia Leo como si fuera un refugio. Me abrazó con fuerza y, en cuanto sentí el calor de su cuerpo, me quebré.Las lágrimas cayeron sin permiso. Lo abracé con desesperación, aferrándome a él como si pudiera salvarme de mí misma.— Shhh, tranquila, mi amor, aquí estamos —. Leo me acarició la espalda, mientras Tony activaba el auto con el botón automático.— Suban, ya —dijo Tony desde la puerta abierta—. Vamos, que esto no se habla en la ca
BRANDON Decirle la verdad a Emilia era destruirle la vida, y era una de las razones por las cuales había guardado silencio durante todos estos años. Actué con indiferencia con ella, porque entre más tiempo pasaba con ella, más veía lo increíble que era. No era alguien que podía tomar a la ligera, como en un principio pensé.Sin embargo, aquí estaba en su departamento con más preguntas que respuestas. — No es algo que pueda hablar a la ligera, Emilia —. Me rasqué la cabeza tratando de seleccionar mis palabras—. Las cosas entre tú y yo son más complicadas de lo que parecen. Me paseé de un lado a otro para tranquilizar los nervios que sentía. — ¿Qué es lo que me estás ocultando, Brandon? ¿Por qué tanto misterio? ¿Por qué tratarme así durante tantos años. . .?No podía escucharla, no de esta manera, no en estas circunstancias. — ¿Tú crees que yo quise esto? ¿Crees que me sentí bien ignorándote y no llegando a un hogar que tú con mucho esmero había tratado de que fuera cálido? —La inte
EMILIASentir los labios de Brandon sobre los míos, fue diferente esta vez. No era posesivo. Era como una especie de alabanza personal que hizo que todo mi cuerpo se estremeciera. Me besó como si sus labios fueran una confesión secreta. Como si su lengua pudiera contarme todo lo que su voz callaba. Y yo lo dejé. No era por debilidad, ni tampoco nostalgia, o un simple intento de retenerlo. No, esto era algo que iba mucho más allá. Lo dejé porque lo deseaba, porque después de años de silencio, de noches frías, de miradas vacías, su cuerpo hablaba con un idioma que al fin entendía: el deseo desgarrado. La culpa, la necesidad, y también algo más, algo que me rompía por dentro: verdad. Sus manos no eran las mismas que me habían ignorado durante cinco años. No eran frías, no eran distantes. Ahora me tocaban como si cada curva de mi cuerpo fuera un mapa hacia su perdón, como si quisieran mostrarme que nunca fui invisible, aunque lo haya sentido así durante tanto tiempo.Bajó una de sus mano
BRANDONHacerle el amor a Emilia fue el mayor placer que había tenido en mi vida. Me había lamentado no traer más preservativos, pero la verdad era que no los había utilizado desde el momento en que supe que me iba a casar con ella.La habitación estaba en silencio y ella estaba en mis brazos, dormida, como siempre debió haber sido durante todos estos años. Solo el sonido de su respiración pausada llenaba el espacio, como una sinfonía íntima que no merecía escuchar. Estaba desnuda, envuelta entre las sábanas revueltas de su cama, con el cabello esparcido sobre la almohada como una corona. La luna se colaba por las cortinas, iluminando su piel como si hasta el universo supiera qué estaba hecha para ser adorada.Y yo la había ignorado.Cinco años. Cinco malditos años desperdiciando cada parte de ella que hoy no podía dejar de mirar. Su espalda subía y bajaba con cada exhalación tranquila, mientras mis dedos, temblorosos, la acariciaban con la devoción de quien sabe que no va a poder hac
EMILIAEl aroma del pan tostado llenaba el aire, mezclado con un toque de mantequilla derretida y el sonido suave de los huevos chisporroteando en el sartén. Me movía con una calma, como si lo que pasó anoche fuera algo normal. Como si fuéramos solo una pareja más, despertando juntos, compartiendo algo tan trivial como preparar el desayuno.Pero nada de esto era trivial para mí.Después de cinco años de silencio, tenerlo ahí, dormido en mi cama, con mi olor sobre su piel… era surrealista.Había tomado una decisión silenciosa: vivir un día. Solo uno. Cómo si fuéramos normales. Como si no nos debiéramos tanto. Sentí sus pasos antes de escucharlos. Su energía siempre llenaba la habitación segundos antes que él.Di un respingo al sentir sus brazos que me rodearon por detrás, fuertes, seguros, cálidos. Se aferró a mí como si fuera algo valioso, como si tuviera miedo de que me desvaneciera entre sus dedos. Su nariz rozó mi cuello y aspiró mi aroma. Me estremecí cuando soltó un par de besos s
EMILIA Era la hija de la amante de su papá. Era lo único que pasaba por mi cabeza y las posibilidades más retorcidas se me vinieron a la mente como si fueran avispas enfurecidas atacándome. No lo podía creer. No lo quería creer. Muchas veces la ignorancia era un sinónimo de felicidad.¿Cómo me sentía? No lo sabía. Yo. . . No sabía de qué manera mirar a Brandon. . .No fue un grito. No fue una lágrima inmediata. Fue el silencio lo que me hizo quebrarme en el interior. Era aquel tipo de silencio que solo ocurre cuando se te cae el mundo de los hombros y no puedes ni hablar para pedir ayuda. Solo lo miré. Lo miré como si acabara de dispararme en el pecho con una palabra.Amante. — ¿Mi madre? —Pregunté, aunque ya lo había entendido. Lo supe antes de que lo dijera. Nunca lo vi venir. No lo había sospechado porque mi papá siempre había estado bien con ella. . .— Emilia. . .— ¿Mi madre fue ella?Él asintió. Y eso bastó.No lloré. No aún. Caminé hacia la cocina. Tomé el primer vaso que en
BRANDONMe sentía una basura de hombre. No quería ver a nadie. Solo quería estar en mi miseria y que el mundo desapareciera, que solo me dejara con Emilia a mi lado. Me habría gustado poder retroceder el tiempo y no haberla lastimado de esa manera. La entendía. Sabía su frustración y. . . No había sido fácil tampoco para mí asimilar cuando me enteré de quién era Emilia.El hielo tintineó en el vaso mientras el whisky bajaba por mi garganta como fuego líquido, quería que algo quemara el dolor que estaba sintiendo. Estaba solo en mi oficina. La luz tenue apenas iluminaba los papeles esparcidos sobre el escritorio.Guiones.Decenas de ellos.Firmados por el mismo nombre: Bishop Moon. Era lo único en lo que me podía distraer. Esa mente brillante que me tenía obsesionado. Esas historias que calaban tan hondo, que dolían, que hablaban de mujeres rotas y hombres incapaces de amarlas hasta que ya era demasiado tarde.Había algo en esa narrativa que me golpeaba como un déjà vu emocional. Como